Ana se volvió, lo miro fijamente y le dedicó la mirada que todos desean sentir alguna vez en su vida.
Toda la ternura envuelta en unos ojos.
Se marchó, se fue a continuar con lo que consideraba a la razón de su existir.
Caminó el largo pasillo que le llevaría a su auto. Pensaba, recordaba y atraía cada vez con más intensidad y vivacidad, los momentos que había compartido con él, cuando se conocieron… cuando se despidieron hacía unos momentos, y empezaba a extrañarlo; por un momento creyó que correr y regresar a verlo nuevamente era lo mejor, pero ya estaba por abordar su auto. No tuvo valor.
En el interior del coche, dejó escapar una lágrima. Era lo más representativo de esa felicidad y desdicha que sentía, un sinsabor que resultaba agradable.
Arrancó el vehículo y pronto vio reflejado lo dúctil del asfalto en las poderosas llantas de su coche. Ya casi salía del lugar, cuando se reprimió para pronunciar su nombre.
Solo espetó una cristalina sonrisa y pensó...pensó, y se vino el silencio.
*Espetar: Decir a uno bruscamente algo que le sorprende o molesta
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