sábado, julio 05, 2008

... con tendencia a quedarse calvo de tanto recordar (Nacho Cano)



Aquí estamos nuevamente.
Y ahora tú, no dejes de hablar.

Puedo regresar tiempo atrás
y tus señales serán las mismas.

Tus manos murmurando
contenidos acercamientos,
mensajes como fotogramas
y sensaciones sin voluntad.

Pareciera que nada tiene una razón,
solo el tiempo nos dejará una verdad,
esa no se puede olvidar.

Aquí estarás en mí, para siempre.



* Fotograma: m. Cada una de las imágenes que se suceden en una película cinematográfica consideradas de forma aislada.


jueves, julio 03, 2008

Oye, ¡No les ayudes a enterrar la luz! (Pink Floyd)

Ana se volvió, lo miro fijamente y le dedicó la mirada que todos desean sentir alguna vez en su vida.

Toda la ternura envuelta en unos ojos.

Se marchó, se fue a continuar con lo que consideraba a la razón de su existir.

Caminó el largo pasillo que le llevaría a su auto. Pensaba, recordaba y atraía cada vez con más intensidad y vivacidad, los momentos que había compartido con él, cuando se conocieron… cuando se despidieron hacía unos momentos, y empezaba a extrañarlo; por un momento creyó que correr y regresar a verlo nuevamente era lo mejor, pero ya estaba por abordar su auto. No tuvo valor.

En el interior del coche, dejó escapar una lágrima. Era lo más representativo de esa felicidad y desdicha que sentía, un sinsabor que resultaba agradable.

Arrancó el vehículo y pronto vio reflejado lo dúctil del asfalto en las poderosas llantas de su coche. Ya casi salía del lugar, cuando se reprimió para pronunciar su nombre.

Solo espetó una cristalina sonrisa y pensó...pensó, y se vino el silencio.



*Espetar: Decir a uno bruscamente algo que le sorprende o molesta


Botellas con olor a verano (Antonio del Castillo)


El bullicio de la transitada calle se confundía con la campana que sonaba una y otra vez al abrir la puerta de aquel local poco común. Los coches iban y venían, quizá menos veloces que la propia gente que dentro de su pasmosa prisa, mostraba un marasmo solo mediante sus miradas.

La apatía de las personas era evidente a través de la ventana del alma, sin embargo, su cuerpo decía lo contrario. La muchedumbre se movía cual hormigas, sin cesar, sin detenerse a pensar… “Hasta parecen autómatas” dijo Daniel.

Saúl, el padre de Daniel, se acercó al aparador a través del cual ambos veían ahora el paso de las personas. “Debes dejar de ver esos programas Daniel, no vayas a creer que todo lo que ocurre en la tele es verdad”, al momento de decir esto, ambos volteaban a ver como la puerta de su local volvía a abrirse para dejar entrar a otras personas que como a casi todos los que ahí se introducían, cambiaban su prisa por una especie de tranquilidad y quietud que rayaba en lo enigmático.

- Señor, buenas tardes,

- ¡Hola!, respondió Saúl

- ¡Hoooola!, saludó Daniel con un tono de cancioncilla infantil

- Mire, pasaba por aquí y casualmente me he dado cuenta que después de tanto tiempo de ir por esta transitada avenida, existe este, su negocio, bueno… (titubeaba el señor), es que no sé como hacerle la pregunta, es que yo, un extraño, vengo a su negocio… y preguntarle esto, pues no sé…

- “¡Rubén! Es una simple pregunta, ¡hazla ya!”, le dijo una señora que le acompañaba.

Mientras esto ocurría Daniel ya había ido al otro extremo del local, donde se ubicaban alrededor de 25 personas, entre niños, hombres y mujeres, todos con una mirada vivaz, ávida de escuchar, de saber y de entender. Se paró frente al grupo y les dijo que no desesperaran, que su padre llegaría con ellos en un momento.

Era un tanto raro ver a esas personas, reunidas en torno a una silla vacía. Especialmente cuando afuera todo era una especie de vorágine y ahí dentro de ese lugar todos tenían la característica de la calma. El lugar era bastante colorido, espacioso para un infante y un poco estrecho para los adultos, según los niños era una especie de librería, según los adultos era como cualquier tienda en donde se vende de todo. Lo extraño del lugar era ese rincón decorado con un afiche enorme, que iba desde el piso hasta el techo, el cual tenía impresa una botella de vidrio, de forma bastante común, con la cara de una hermosa mujer como etiqueta y circulándole un texto con perfectas y legibles letras que se podrían leer, hubo quien incluso mencionaba que se podían oler, ya que esto es lo que sugería su nombre. “Olor de Verano”

- “Ya siéntate Rubén, ahí junto a la silla, para no perder detalle”, era Irene, la esposa de Rubén, quien le urgía para lograr el mejor lugar, según ella.

“Hola amigos, yo soy Daniel y trabajo aquí con mi padre, aunque me vean como un niño de 13 años este trabajo lo hago con el consentimiento de mi padre, y no es para ayudarle a él, sino para ayudar a mi madre. Mi mamá ahora está allá en el cielo, pero antes de partir nos dejo un gran trabajo a mi padre y a mí”.

- “¡Ya niño!, queremos saber por que este lugar vende botellas con aroma de verano”, era nuevamente Irene, con un protagonismo característico de las personas que necesitan la atención de los demás.

“Casi todos tenemos un proyecto de vida”, dijo Saúl en ayuda de su hijo, “el nuestro es este, contar nuestra historia para poder vender estas fabulosas botellas con olor a verano, pero déjenme contarles como surge esto…

- ¡Apúrense quiero que vean esa cascada, es enorme!, gritó Sofía a su esposo y a su hijo que se habían retrasado en el camino.

- ¡Mamá, mamá, ya vi como nace una mariposa!,

- ¡Hijo, el milagro que acabas de ver se repite miles de veces al día, pero es fantástico que te impresione, así deberíamos ser todos, deberíamos continuar con nuestra capacidad de asombro…

- “Es verdad Daniel, aquí en el campo, como en la ciudad, cada día ocurren miles de milagros pero nuestra prisa y nuestro egoísmo hacen que nuestros ojos veamos todo eso como normal, como si siempre ha pasado y pasará”, le dijo Saúl.

- “Pero papá, si esto siempre pasa, ¿Por qué no lo apreciamos?

- “La capacidad de asombro del hombre se ha perdido”, le dijo Sofía, “a ver, dime Daniel, ¿Qué haces al despertar cada mañana?”

- Pues lo que me has enseñado, darle gracias a Dios y a la naturaleza por ese sol que ilumina o esa lluvia que cae fuera de la casa.

- “Bien hijo, nunca dejes de hacerlo”, le pidió Saúl

- “Por eso cada verano venimos al campo, a la naturaleza, para que tu capacidad de asombro no se pierda, para que veas el milagro de la vida en cada detalle, en cada animal y planta que hay por aquí. ¿Te gusta?

- Mamá, ¡me gusta tanto lo que veo!

- “No solo es lo que ves, también son los olores”, dijo Saúl a Daniel y con una sonrisa llena de ternura, volteó a ver a Sofía para decirle: “aquí huele como tu pelo, me gusta este lugar por que huele a ti, huele a tu sonrisa, huele al amor que le das a nuestro hijo, huele a paz, a tranquilidad, huele a humanidad”.

Sofía solo le guiñó un ojo, le sonrió y al momento que le enviaba un beso con la mano, corrió hacia donde caía esplendorosa esa cascada que tanto deseaban ver.

- “Corran, corran”, les gritaba

Después de un rato de maravillarse con la imagen majestuosa, se tomaron muchas fotos como recuerdo, los tres juntos, en pareja, en fin, con todas las combinaciones posibles para no perder la esencia del momento. Las fotos eran innecesarias, pues el sentirse unidos entre ellos y con la naturaleza, bastaba para recordar lo armoniosamente vivido.

Antes de irse del lugar, Sofía se acercó a Daniel y le dijo:

- “Hijo, lo que te hemos enseñado tu padre y yo, jamás deberás de olvidarlo, mira lo grande que es este lugar, observa lo pequeño que somos los humanos ante este fenómeno llamado naturaleza, ¡Debes cuidarla!, en la escuela te enseñan el respeto hacia las personas y hacia tu entorno, sigue así hijo mío, piensa en que este paraíso nos fue otorgado como un préstamo, cuídalo y has que las personas que conoces lo cuiden y lo conserven”.

- “Mamá, pero solo soy un niño ¿Cómo podré hacer eso?”

- “Daniel, tu al igual que todos los niños, son tan especiales que nos enseñan a los adultos como debemos actuar con honestidad y responsabilidad, no te preocupes ahora, ya se te ocurrirá algo, cuando seas más grande”

- “Tú me ayudarás madre, ¿Verdad que sí?

- Claro hijo…

Dichas las palabras, ambos tuvieron que correr, divertidos, ya que el cielo interrumpió la conversación con una lluvia prodigiosa, lluvia que genera vida, lo que esa lluvia no sabía era que no solo iba a engendrar vida ahí en el campo, sino también en la gran ciudad.

La lluvia había sucumbido, Sofía salió de su casa de campaña llevando en sus manos una pequeña botella de cristal transparente, respiró hondo, se llenó de energía, se desbordó de los olores de la vida y abrió la botella unos instantes y después la tapó.

Los ojos de Daniel se abrieron, y como cada mañana desde dos años atrás que su madre había fallecido a causa de una rara enfermedad, estos se posaban en la botella que le había dejado junto a su almohada en aquel viaje. La contemplaba y esbozaba una sonrisa de gratitud ya que en ella se contenía la esencia de aquel ser maravilloso que le dio la vida y la felicidad gozada junto a ella. Mientras la veía musitó: “los olores del verano, los olores de nuestro verano…”

Por increíble que pareciera, se le ocurrió aquella idea que le permitiría hacer la labor que le había pedido su madre, se incorporó con la vitalidad de su niñez y corrió a la habitación de su padre para darle la buena nueva: “Papá, papá, ya lo tengo, es una fabulosa idea, debemos hacer botellas con olor del verano y hacer que las personas las tengan en su casa…”

- “Te lo dije Rubencito, esta historia comenzó hace muchos años”, nuevamente era la voz de Irene, pero ahora era tan cascada que no se disimulaban los años que traía a cuestas. “Hace 25 años venimos aquí por primera vez y aun sigue esta bella labor”

- “Abuela, ¿También estuvo aquí el abuelo Rubén?, preguntó Rubencito un niño de la edad de Daniel cuando se le ocurrió la brillante idea de las botellas con olor a verano.

- “Así es mi amor, esta botella que traigo conmigo, es la que representa nuestro verano, por eso ahora quiero que tu escojas la tuya para hacer tu verano y para que como los miles que lo hemos hecho, te comprometas a cuidar el ambiente y para así cuidarnos a nosotros mismos”

- “Pero Abuela, no tengo dinero para comprar una botella tan valiosa…”

- “Hoooola Señora Irene”

- “Pero, ¿Cómo sabes mi nombre?, esa manera de saludar… mmm, ¡aaaah! ¡Ya sé! ¡Tú debes ser el hijo de Daniel!

- Sí, mi padre se llama Daniel, yo me llamó como mi abuelo, Saúl, él me dijo que usted se llama Irene, dígame, después de oír la historia, ¿Comprará su botella con olor a verano?

- Claro hijo, pero será para mi nieto, ¡Rubencito!, ven, págale al niño

- Abuela, te dije que no tengo monedas para pagar

- “Pero aquí no necesitas monedas, solo con una sonrisa basta, y eso será lo primero que metas en tu botella, después serán las risas con tus padres, los buenos ratos en compañía de tus hermanos, en compañía de los que más amas y de lo que más quieres, cada armonioso momento vivido, será tu verano”, le dijo su abuela.

- Hola Señora Irene…

- ¡Hola Daniel, el mundo se ha llenado de tus botellas… felicidades!

- “Sí, gracias a personas como ustedes nosotros cada día somos más ricos, con tanta sonrisa que nos han pagado, somos inmensamente ricos, mi madre estaría orgullosa de ello”. Contestó Daniel mientras acariciaba el pelo de su hijo, que ufano se dirigió a entregar más botellas con olor a verano a cambio de las más sinceras sonrisas.

FIN



* Prodigiosa: adj. Extraordinario, maravilloso

Pero 2 no es igual que 1 +1... (Joaquín Sabina)

Llegado el momento, cada cual abre la mente, siente su alma y se deja llevar por las sensaciones inocuas pero que le embargan, para plasmar mediante texturas ese algo que irradia la rabia, la tristeza, la grandeza, lo lúdico, la simplicidad y todos los sentimientos y actitudes que nos dan forma como seres humanos pensantes.


Los pincelazos vertidos no se refieren al Sub Marcos y su enconada alerta roja, o al gran festejo del jefe de la Nación, mucho menos al miedo de mencionar el título de algún libro de García Márquez, tampoco los relieves dejan entrever la seducción de un discurso desgastado o la caída libre de las adherencias políticas o el poco compromiso de quienes se ostentan humanistas.


Las sensaciones no resuelven la falta de libertad, pero si dan pie a una manifestación constante con respecto a lo que es nuestro entorno y como cada acción que realizamos afecta de alguna manera a todo el universo, afectar de manera positiva, evitando la realización de tesis de la vida, por que la vida se vive, no se estudia ni se articula en la ciencia y menos en la exactitud, se aprende a través de los errores y se acierta mediante los momentos realmente vividos.


Recuerdo a Joe Pesci en la película "Con Honores", él interpreta a Simon Wilder, un vagabundo, antes gran trabajador venido a menos, pero con la sabiduría que otorga el harto trajín de la lucha diaria; su indigna vida se resumía en las piedras que llevaba consigo en un pañuelo desgastado, cada piedra representaban los momentos más trascendentes de su existencia.


¿Cuántas son tus piedras?

¿Caben en tu mano o en un gran saco?

Las que fueren deben tener el mérito de dejar en ti el valor y la energía de ser, el apetito vehemente a estar.


Desde hoy busco una “piedra” que manifieste el afecto de que está poseída por un momento claro y evidente de mi participación en este espacio.


Hoy inicio y espero no terminar...

Sin ornatos, compartir ideas y hacerlas comunes, sin ser pretencioso.


*Inocuo: adj. Que no hace daño