jueves, marzo 05, 2009

Primero león, luego cordero... Soda Stereo

Interdependencia responsable
“Todo lo que hagas influye en el universo”.
Facundo Cabral.

La interdependencia del modelo económico actual establece relaciones más estrechas en muchos sentidos, hay quienes dicen que sí Estados Unidos estornuda a México le da gripa. Apreciando estas redes insoslayables de la dependencia económica, agregaría que además de la gripe mexicana, se instauraría una cuarentena en los países europeos.
Desgraciadamente esta interconexión no aplica en rubros tan intensamente básicos como los derechos humanos.
Respecto a ello, la labor de los medios se ha establecido en función de quién lo dice y no en qué dice. Por tanto ha sido más influyente el hecho de oír comentarios, recomendaciones o consejos por parte de tal o cual comunicador; entonces si es Javier Alatorre, conductor del noticiario “Hechos de TV Azteca”, el que expresa que la Comisión de Derechos Humanos ha decidido realizar recomendaciones al Estado mexicano, su información será tan válida como la simpatía que permea en los televidentes.
La ciudadanía ha expresado cierto fervor contrario a las labores de la Comisión, ya que en épocas pasadas, el supuesto delincuente era culpable hasta que demostrara lo contrario. Debido a una interpretación errónea, desde esta perspectiva, se considera inhumano a quien trasgrede la civilidad y la paz social. ¿Es válido?
No se debía esperar menos, pues muchas voces han sido acalladas bajo el amparo de una supuesta paz social, democracia y respeto.
El principio básico de ser humano se deja de lado por la posibilidad de mostrarse como juez inquebrantable con alta moralidad. Los tratos poco dignos han proliferado hasta en cuestiones tan banales como el fútbol.
Este es un ejemplo poco ortodoxo pero aplicable a la sustentación de esta opinión. Los mexicanos nacionalizados que participan en la liga profesional local son considerados como “mexicanos de segunda”. Son poco dignos de portar la casaca de la selección nacional de fútbol. En una palabra: no son mexicanos.
Con un sistema de leyes cimentadas en la buena voluntad de las personas, la Constitución Mexicana, con transparente atingencia, determina lo contrario. No hay categorías de mexicanos nadie es más y ninguno es menos. Sin embargo la poca o nula responsabilidad de anteponer los derechos ciudadanos a la injusticia o violación de los mismos ha permitido interpretar desacertadamente las leyes que rigen nuestras relaciones cívicas y sociales que establecen ante todo, el desarrollo solidario y armónico de la sociedad.
La aseveración mencionada, me lleva a establecer la falta de moral que en ocasiones nutre nuestros actos.
Pareciera que hemos determinado que las leyes son idóneas mientras no sean aplicadas a nuestra persona. No hay indulgencia porque “no me preocupa el desarrollo o la armonía de mi vecino, de mi colonia, de mi ciudad”.
Normalmente sufrimos la ignominia de la indiferencia o bien somos parte activa de ella, una dicotomía tan severa, como la inestabilidad que priva en ciertos sectores de nuestro ambiente.
Los hay quienes se dejan flagelar por su puritana y santa moral, temiendo el castigo y el oprobio de los propios, de los estrechamente relacionados a ellos o de si mismos, los hay quienes auspiciados por la intolerancia resultan en irresponsables acopios de indiferencia.
Explícitamente, casos tan simples que desajustan conceptos tan básicos en nuestro crecimiento personal como la cooperación y la justicia.
Especialmente los derechos humanos deben ser aplicados no solo en las personas connotadas como políticos, artistas o adinerados. Es necesario evitar situaciones tan lamentables que nos lleven a la incredulidad de ser ciudadanos de el país de no pasa nada.
A pesar de ser socialmente incorrectos a nivel global, las regiones o países deben generar las condiciones adecuadas para lograr la aceptación de formas de pensar, de ser y de actuar distintas. La tolerancia debe regir la aplicación de lo política, social y humanamente correcto.
Respecto al nivel individual, aspecto que se reproduce con mayor celeridad, también requiere una renovación tácita.
Ilustrar la autocomplacencia implica verse en el espejo, en ocasiones basta con mirar alrededor; respecto al medio ambiente existen situaciones que nos son comunes, pero que están plagadas de irresponsabilidad: autos sonando su claxon, basura tira en la calle, drenes pluviales taponados, talleres mecánicos en zonas no autorizadas, locales comerciales con música estridente, personas fumando en lugares no permitidos y en el paroxismo: desechos tóxicos industriales en los mantos acuíferos.
Es menester de las instituciones que fundamentan la sociedad, educar para armonizar, educar para responsabilizar. Me refiero especialmente a tres de las más importantes: la familia, la escuela y el propio gobierno.
La labor no inicia en la escuela, es en la familia donde estos valores deben ser inculcados para ser cumplidos y reforzados en las actividades educativas. Los niños imitan y los jóvenes reproducen, generalmente, por tanto la familia de tener mayor conexión moral con la solidaridad en el crecimiento de sus miembros.
Respecto a la labor de la Educación, son las escuelas las que deben continuar moldeando y trabajando con sus alumnos para evitar esa indolencia que resulta del tan traído y llevado “si no me afecta, no me importa”. Cada actividad que desarrollamos, por ínfima que parezca, se refleja en la cotidianeidad de nuestro entorno. No hay desarrollo sin respeto a lo que es cada persona y a lo que representa no solo para sí, sino también para el grupo social.
No es altruismo lo referido, es una simple regla básica de convivencia que desemboca en la transformación del individuo y por ende de todo el contexto que nos envuelve.
La labor educativa debe fijarse firmemente en la responsabilidad compartida de ser cooperativos. Todos y cada uno de los días. No en una crisis o un desastre. No en el populismo o en el bonapartismo. No en la opulencia y en el derroche. Sí, siempre, en cada una de las acciones de sus educadores y sus educandos.
El Estado mexicano debe ser transparente y administrar la justicia basada en el bien común, dejando de lado el irrespeto a las condiciones que privan en la buena voluntad y en los derechos civiles y sociales de los individuos.
Individualmente debemos ser más participativos, más elocuentes con nuestras necesidades, más voluntariosos con nuestras acciones. Debemos gestar el respeto a nuestros derechos que por antonomasia nos pertenecen. La política, actividad fundamental de los gobiernos, es tan importante que no debe ser dejada su práctica solo a los políticos.
El conjunto de estas acciones institucionales, irremediablemente resultará en armonía copiosa, en indiferencia extinta y en vergüenza exigua. La responsabilidad de ser solidario logrará emerger… utópicamente, aún cuando a Estados Unidos le dé un gran resfriado.

"Siento frío, ya no escucho el corazón..." Caifanes.

Aspirar o expirar: cuestión de enfoque

En el deber y en el hacer debe existir una brecha imperceptible para comprender y aplicar los derechos y deberes que implican la ciudadanía y la ética. Es invaluable el aspecto ideológico como parte del contexto que interpreta la relación del hombre con el mundo.
El enfoque de los conceptos esta marcado por sus contrapartes: discriminación, irrespeto, intolerancia, etc. Se dice que solo existe una condición humana, que los derechos humanos son universales, que nuestras prerrogativas son aquilatables, pero en la práctica identificamos que esta concepción globalizada no es del todo sustentable.

Cada individuo siente su propia raíz a través de la ciudad, región o localidad donde ha nacido, siente su patria como aquella cantidad de sangre necesaria que le permite vivir, siente su idiosincrasia como el mismo aire que le permite ser y estar cada día.

Al margen de adjudicarme lo que me es propio, la idea continua rondando mi cabeza, estira y afloja, viene y se va, me habla al oído, en ocasiones me grita, llega a seducirme pero no se concreta del todo...

Echarle ganas, es lo propio del mexicano.

Tan mitológica frase ha sido acuñada y perpetuada por los mexicanos, en las profesiones, en la escuela, en la casa, en fin, por todo lo benditamente recóndito y en todo lo humanamente expuesto como “el verdadero mexicano”.

¿Qué es realmente esta, tan "válida frase"?

Resulta una paradoja inexpugnable tanto del significado como de la utilización de nuestra ya patentada frase, en otras culturas: "to give it a good effort", "to jump into it with both feet", "to throw oneself into it" o bien "give it all you've got" serían las socorridas formas de decirlo.

¿Cómo explicarle a un alemán que somos un pueblo concebido para tratar, mas no para conseguir?. ¿Cómo le indicas a un neozelandez que la mentalidad forjada en nuestra cultura de cobre, es la más insufrible por que estamos programados solo para el esfuerzo. ¿Entenderá acaso, un oriental, nuestra filosofía del "ya merito"?

Como mexicanos, siempre establecemos que nuestra prioridad es "echarle ganas", por que para eso estamos, no para conquistar sino para morir en el intento. Nuestro patriotero orgullo o mal concebido patriotismo de sentirse mexicano penetra con su luz sobre las características que nos hacen únicos: Fiesteros, apasionados, entrones y valientes, (Encuesta Ma. de las Heras, septiembre 08, Periódico Milenio), pero, ¿Dónde se encuentran las capacidades y cualidades como ahorrador, sincero, honrado y precavido?, esas no son nuestras, si tu manera de ser es así, eres el mal, hecho carne. ¡La Malinche personificada!... ¡Por qué no te equivocaste Octavio Paz!

¡Que vivan los fines de semana de fútbol y cerveza!, apología romana en el México de hoy. Echarle ganas es la filosofía de quien añora sacarse la lotería sin comprar boleto. La responsabilidad, el trabajo integro y honrado ante todo, deben diluir la ancestral y mezquina estrella que hasta ahora nos ha guiado.

La ética y la ciudadanía entonces, pueden aspirar y expirar de acuerdo a la propia necesidad o satisfacción del individuo. “la naturaleza humana es el complejo de relaciones sociales porque incluye la idea de devenir: el hombre deviene, cambia continuamente el cambiar las relaciones sociales… Las relaciones sociales son producidas por diversos grupos de hombres que se presuponen, cuya unidad es dialéctica, no formal… “…por eso la naturaleza humana no puede identificarse en ningún hombre en particular, sino en la historia entera del género humano…” (Antonio Gramsci: Socialismo y cultura).

La naturaleza humana manifiesta, sin embargo, grandes acciones y proyectos, con intenciones cimentadas y establecidas en la buena voluntad, los aspectos políticos y religiosos son ejemplo de ello. La Constitución de la mayoría de los países y la libertad de culto son ejemplos fehacientes.

¿Pero, dónde quedan los derechos y la ciudadanía de la persona fallecida que no recibe cristiana sepultura debido a la falta de ética de un párroco que determina que las misas de cuerpo presente deben ser “contratadas” con un día de anticipación?

Las religiones han establecido una supuesta igualdad donde cada individuo es considerado hijo de Dios, sin más responsabilidad ni virtudes, salvo el hecho de ser parte del grupo de feligreses.

Las leyes eclesiásticas y civiles no contemplan la torpeza y falta de buen juicio de las personas, sean cuales fueren sus cargos, rangos y ámbitos. “La igualdad real, o sea, el grado de espiritualidad conseguido por el proceso histórico… se trata de igualdades sentidas como tales por los miembros de una asociación y desigualdades entre las diversas asociaciones; igualdades y desigualdades que valen en la medida que haya conciencia de ellas, individual o de grupo. Así se llega a la igualdad o ecuación entre filosofía y política entre pensamiento y acción, o sea a una filosofía de la práctica. Todo es político, incluso la filosofía o las filosofías” (Antonio Gramsci. Antología. 1978. Edit. Siglo XXI.).

En el umbral de este siglo XXI, la conexión entre los derechos y deberes es parte frontal del proceso de formación de los educandos. La escuela como institución ha recobrado un valor coyuntural a nivel mundial.

Específicamente en nuestro país, México, la relevancia de la educación formal pública pretende una reforma en el papel, muy loable, la cual ha desatado ciertas controversias entre las autoridades y los hacedores de la educación, es decir los profesores. Por parte de las autoridades relativas se busca calidad sin indagar, sin observar; exclusivamente para lograr indicadores. Por parte de los profesores, se busca la fuente de trabajo, no la calidad en la educación. Nuevamente los derechos y deberes, cada cual defiende y ataca según su cometido.

Es indudable que las percepciones pueden variar y especialmente pueden generar conflicto. La educación, solo en ocasiones, ha sido el paliativo de igualdad de derechos y obligaciones, “Durante siglos la enseñanza ha servido para discriminar a unos grupos humanos frente a otros, a los hombres frente a las mujeres, a los pudientes frente a los menesterosos…” (Fernando Savater, “El valor de educar”, Ariel. 1991).

La clase política mexicana debe trabajar en la consecución de los proyectos educativos requeridos por la sociedad, las autoridades educativas deben cimentar su accionar y sus proyectos en la esencia de la educación: el alumno; los profesores debemos integrarnos a una nueva visión de observar y participar de las acciones que solventan la calidad humana, generar aprendizaje significativo y sustentable para lograr egresados con la responsabilidad y el compromiso que es necesario en esta era.

Se requiere, con nuestra diaria actividad, comprometer, fortalecer, generar, difundir el pensamiento y el sentimiento de un nuevo tipo, basado en el valor del hombre y la mujer, de la sensibilidad, de la solidaridad, de la tolerancia, del respeto al otro, del compromiso con el otro. Valorar nuestro entorno histórico, geográfico y ecológico.

La ley de probabilidad nos sentencia: si se repitió una vez, ocurrirá otra y muchas más.


* Entorno: m. Ambiente, lo que rodea: entorno laboral, familiar.